lunes, 9 de noviembre de 2009

Vida de circo

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La tradición y la innovación se unen en las vidas de los artistas de circo en los inicios del siglo XXI. Cómo es el detrás de la escena de un espectáculo que se transforma. Historias de los que trabajan para hacer posible que la magia siga viva a pesar de la competencia de las nuevas tecnologías.

Por OMAR GIMÉNEZ (*)
Fotos: ROBERTO ACOSTA

"El circo es como los libros. Desde que me acuerdo se está anunciando su muerte, pero siempre se las arregla para sobrevivir". Raúl Clavero tiene 67 años, la estampa elegante que le exige su rol de presentador y toda una historia ligada al mundo circense: fue en un circo donde nació y fue en un circo donde se refugió su padre después de escaparse de su casa dos veces con el sueño de integrarse a una troupe. Junto a sus seis hermanos, Raúl Clavero fue acróbata, malabarista y trapecista antes de convertirse en presentador. Ahora su memoria es un arcón repleto de historias que describen la vida de esa gran familia trashumante que conserva con esfuerzo su identidad en un mundo que le presenta cada vez más obstáculos y competidores más tenaces. Si, ya sobrevivió a la televisión y al cine. Pero ahora se presentan nuevos desafíos, como Internet o los videojuegos.

Estas amenazas, tácitas pero conocidas, no parecen hacer mella en el día a día de la vida en el circo. Una vida singular que funciona como un imán para aquellos que la eligieron y que ya no pueden dejarla. Aunque lo hayan intentado y aunque, en algunos casos, dispongan de una casa en tierra firme -además de la casa rodante- y de la posibilidad de seguir una vida sedentaria. Porque, como dice Antonio Cárdenas (37) "lo que te mantiene en esto es la magia". Una magia que no cambia aún cuando el circo se transforme con el vertiginoso ritmo que le imponen los tiempos y que hace que ya hayan pasado a la historia la época de los espectáculos con animales y de las carpas de lona, para dar paso a las nuevas tecnologías y a espectáculos más sofisticados e instalaciones más seguras.

Detrás de la carpa del circo Rodas, que se prepara para partir después de haber permanecido durante un mes en Berisso, se agrupan las casas rodantes y en ellas las historias de quienes crecieron en ese y otros circos. Algunas dramáticas, como las que hablan de accidentes que opacaron funciones enteras; otras románticas, como la que unió a Sebastián -que cada noche hace movimientos imposibles en el Péndulo Doble de la Muerte- y la bailarina Yanina; otras abnegadas, como la de Cristal, que recuerda los nueve meses de su embarazo como los más esforzados que le tocó vivir en gira. Son historias relatadas con el orgullo de los que eligen cada día vivir una vida distinta. Y cuyo relato se desgrana entre bambalinas, sin necesidad de luces, música, ni el anuncio estridente de ningún presentador. Pasen y vean.

ORGULLO DE CLOWNS

Hay un código no escrito en el ámbito circense que dice que los mejores payasos son los chilenos, los mejores acróbatas los argentinos, los mejores trapecistas los mexicanos y los mejores alambristas los colombianos. Antonio Cárdenas hace esta enumeración como quien recita una plegaria y casi enseguida dice que algo de cierto debe haber, porque él que es chileno "traía la vocación de payaso en el microchip". Integrante de una familia que suma siete generaciones de artistas de circo, Cárdenas en el escenario es "Choricito", uno de los payasos del Rodas y comparte esa función con su papá Ricardo y su hermano Frank.

"Estoy en el circo desde que tengo memoria y empecé a disfrazarme de payaso cuando tenía cinco años. Mis padres eran trapecistas y quisieron que yo también lo fuera. Y aunque cumplí con ese rol por un tiempo, me tiraba más ser payaso", dice Cárdenas desde su casilla rodante donde pasa la mayor parte del año y donde no se priva de ninguna comodidad: aunque el espacio es reducido, el vehículo con el que recorre América latina una y otra vez está equipado con televisión satelital, computadora portátil y aire acondicionado.

Cárdenas dice que muchas veces se acerca gente fuera de horario hasta el circo. Llegan impulsados por la curiosidad. Quieren saber cómo se vive en los campamentos. Ellos muchas veces los dejan entrar y se divierten cuando los visitantes se muestran sorprendidos al ver las comodidades de las casas rodantes.

También asegura que no cambiaría su vida en el circo por otra, aunque resultara menos sacrificada. Cuando se refiere a eso relata que en alguna ocasión, Ricardo, el papá, decidió ofrecerles a sus hijos la posibilidad de otro futuro. Los hizo estudiar y promovió que siguieran una vida sedentaria. Antonio fue uno de los hermanos que lo intentó empleándose como electricista en 25 de mayo. Allí formó una familia que todavía vive en ese pueblo bonaerense. Pero volvió al circo.

"La persona que siempre vivió en el circo, lo lleva en la sangre, le cuesta mucho cambiarlo por otra cosa. Lo que atrae es difícil de definir: es el aserrín de la pista, es vivir una vida alejada de la rutina capaz de ofrecer cada día algo nuevo para aprender", afirma.

Hasta tal punto la gente de circo lleva su identidad en los genes, sugiere Ricardo, que hay miedos que ya no tienen justificación y sin embargo siguen estando presentes. Uno de ellos es el temor al viento. Sentado en el borde de la pista, pisando el aserrín querido y a poco del comienzo de una nueva función, Ricardo refiere una anécdota que ilustra esta característica.

"Si hay algo que estremece a los campamentos es el viento. Uno de los momentos más difíciles que me tocó vivir en el circo fue en Santiago de Chile, cuando un vendaval muy fuerte voló todo, cuando aún no había casas rodantes y la troupe vivía en carpas. Con mi hermano fuimos a refugiarnos a una iglesia cercana muertos de miedo. El tiempo pasó y hoy la única carpa es la principal, ya no se usan como viviendas. Es una carpa plástica e ignífuga que soporta cualquier viento sin problemas. Sin embargo, cuando hay tormentas y vientos demasiado fuertes todos sentimos un poco de miedo", dice Ricardo.

LA ESCUELA DE AYRTON

Impetuosamente, haciendo chistes, sonriendo con una sonrisa ancha y franca. Así llega Ayrton al semi-remolque donde los payasos de la familia Cárdenas se prepara para la función. Ayrton también es payaso, pero es mucho más joven que el más joven de los Cárdenas. Tiene apenas 13 años. Pero sus 13 años no se parecen en nada a los 13 años del común de los adolescentes. Para el payaso más joven del circo Rodas ni ir a la escuela ni mirar un partido de fútbol es igual que para cualquier otro chico de su edad.

Mientras se maquilla en la media luz del remolque, Ayrton cuenta que viene de familia circense y que el deambular del circo se nota en la nacionalidad de los componentes de su grupo familiar. A él le tocó nacer en Bahía Blanca, su padre es de San Pablo, su madre de Montevideo, su hermana cordobesa y sus abuelas uruguayas. Para Ayrton, uno de los momentos más divertidos que le depara la vida del circo es ver en familia las eliminatorias del Mundial o de la Copa América en su casa rodante. Nadie hincha por el mismo equipo, dice.

Como si se tratara de un modelo a escala, la familia de Astor reproduce en pequeño lo que puede observarse en la gran familia del circo. El personal del Rodas es un ejemplo: si bien entre los 120 integrantes de la troupe, entre artistas, técnicos y tramoyistas, hay una mayoría de argentinos, son muchos los que proceden de otros países de latinoamérica.

Otra de las singularidades de la vida de Ayrton tiene que ver con la escuela. Como todos los chicos del circo, tiene un permiso para ir cursando sus estudios en cada ciudad adonde el circo se presenta. Si se considera que la estadía promedio en cada destino es de un mes y medio es fácil deducir que Ayrton cambia de escuela varias veces en un año.

"En cada escuela a la que vamos damos un examen de admisión y cursamos mientras el circo está en la ciudad. Por lo general se nos dificulta hacer amigos en tan poco tiempo. Además, cuando volvemos a la misma ciudad, por ahí nos toca en una división distinta y con otros chicos. Los compañeros de escuela se nos acercan mucho, pero muchas veces lo hacen interesados en conseguir entradas gratis para la función", dice y se ríe.

LA ADRENALINA Y EL AMOR

Cuando Sebastián y Facundo se largaron a conocer la Argentina como mochileros lo hicieron pensando en ir parando periódicamente en distintos pueblos para trabajar, conseguir algo de dinero y seguir viaje. No esperaban que ese espíritu aventurero los iba a llevar a golpear las puertas de un circo para pedir trabajo. Y que ese hecho iba a cambiar radicalmente sus vidas.

"En el circo nos ofrecieron trabajo de ayudantes de electricista, pero además nos abrieron las puertas a una vida distinta, viajera y alejada de la rutina, que era lo que a nosotros nos interesaba. Entonces nos sumamos", dice Sebastián.

Y como todos los integrantes de la troupe, Sebastián y Facundo fueron asumiendo nuevas funciones. Hoy cada noche los encuentra trepados al Doble Péndulo de la Muerte, una atracción donde se los puede ver haciendo movimientos imposibles que parecen desafiar a la ley de la gravedad.

Cuando se les pregunta si les da miedo, dicen que "tanto como miedo no", pero que sí le tienen mucho respecto al número. De ahí la expresión de concentración de sus rostros aún durante los ensayos, que sólo se interrumpe cuando saltan a la pista y Sebastián se acerca hasta la platea todavía vacía. Allí lo espera Yanina, la otra sorpresa que le reservaba el circo. Yanina es tucumana, trabaja en el circo como bailarina y entre función y función, entre descansos y viajes, se fueron enamorando. Hoy, junto a su pequeño hijo Maximiliano forman una típica familia de circo, de esas que viven en las casas rodantes del campamento.

EL EMBARAZO TRASHUMANTE DE CRISTAL

Sentada en el remolque que oficia de camarín de las bailarinas, entre plumas, trajes coloridos y espejos, Cristal cuenta que es hija de un trapecista y una encargada de vestuario y dice que ya lleva 6 años viviendo y trabajando en el circo.

Hoy se desempeña como primera bailarina, pero antes hizo pruebas de altura e hizo números en el globo de la muerte. Con todo, no se refiere a ninguno de esos arriesgados actos cuando se le pregunta por el momento más difícil que le tocó vivir en el circo, sino a su embarazo.

"La vida del circo siempre es difícil, pero te permite conocer cosas y gente nueva y cuando una se adapta no quiere otra cosa. Lo que pasa es que, como en otros ámbitos, también en el circo las cosas se ponen más difíciles para la mujer, que a sus tareas en escena debe sumarle el grueso del trabajo en el hogar. El momento más difícil que tuve que atravesar fue mi embarazo en el circo, porque las condiciones son duras. Ahora que mi bebé tiene nueve meses estoy tranquila, porque este trabajo es como todos: cuando uno no lo tiene lo extraña y cuando lo tiene siempre quiere un descanso".

LA MIRADA DE LOS OTROS

La gran familia circense trasciende a un solo circo. De los testimonios que se escuchan detrás de la escena surgen vivencias vinculadas a grandes circos, de mucho renombre, pero también otras que tienen que ver con pequeñas troupes de provincia, no menos abnegadas ni menos orgullosas de ostentar ese abolengo circense que se mide por generaciones.

Claro que ese orgullo que se expresa puertas adentro relatando la historia de ancestros que se remontan a los primeros circos criollos que recorrían el país alrededor de 1850, no siempre es compartido puertas afuera y los artistas reconocen que muchas veces la vida de circo es mal vista.

"En muchos casos esto se explica porque no se conoce, entonces sólo es cuestión de mostrar que somos personas como cualquier otra, haciendo una vida diferente", dice Raúl Clavero y agrega "lo que duele es que a veces gente que tiene un pasado de circo reniega de él cuando llega a descollar en medios como el teatro o la televisión. O cuando se toman medidas legales que no ayudan, como la de prohibir los circos lisa y llanamente".

Son obstáculos como tantos otros que se les presentan a quienes hacen del circo su mundo. Pero que no pesan en el momento previo a pisar la pista, ese que la contorsionista palpita detrás de la escena, en la oscuridad, haciendo ejercicios de precalentamiento entre los pliegues del telón. Para ella, para todos, el show debe seguir

Fuente: Revista Domingo (Diario El Día)

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