domingo, 15 de noviembre de 2009

Un homenaje que sacude la memoria

Con la dirección de Jorge Graciosi, Alejo García Pintos encarna a Walsh y lo hace con solvencia y credibilidad

Rodolfo Walsh y Gardel. De David Viñas. Intérprete: Alejo García Pintos. Música: Malena Graciosi. Diseño de iluminación: Lautaro. Asistencia de dirección: Marcelo Méndez. Dirección: Jorge Graciosi. Viernes y sábados, a las 19; y domingos, a las 18.30, en el Teatro Nacional Cervantes. Duración: 56 minutos.

Nuestra opinión: buena

Tratar de reproducir en escena la vida personal y/o profesional de una figura pública siempre resulta un arma de doble filo, especialmente por aquello que se suele omitir aun en forma involuntaria. Pero sin lugar a dudas, siempre representa una forma de homenaje. David Viñas ( Dorrego, Lisandro, Tupac-Amaru ), quien siempre seleccionó personajes controvertidos, escogió en esta oportunidad a Rodolfo Walsh, escritor, periodista, traductor y asesor de colecciones. Su obra recorre especialmente el género policial, periodístico y testimonial, con celebradas obras como Operación masacre y Quién mató a Rosendo. Fue un militante que pudo superar los enfrentamientos establecidos entre el intelectual y la política, la ficción y el compromiso revolucionario. El 25 de marzo de 1977, Walsh fue emboscado en la calle, herido y secuestrado. Su cuerpo nunca apareció.

El autor no hace un juicio de valor sobre la figura de este periodista y escritor que, en defensa de sus ideales, dejó la pluma literaria y tomó un arma para defender sus creencias. Tampoco hay referencias a su vida familiar ni testimonios de su militancia activa.

Toma los momentos en que, presintiendo lo que está por venir, se encuentra encerrado en una habitación, pendiente del teléfono y de los ruidos que podrían anunciar el secuestro y muerte que abatían cotidianamente a la sociedad argentina.

Encontramos a un Rodolfo Walsh, lúcido y al mismo tiempo temeroso, locuaz y combativo, idealista y pragmático, enfrentado a contradicciones y a luchas que emprende con su propio intelecto. Viñas lo inserta en el drama a través de un monólogo donde, sin marcar referencias nominales, parece ser víctima de un presunto delirio paranoico. No tiene un interlocutor concreto, sólo un canario que no canta al que bautiza Gardel. El ave va a ser el testigo de las últimas horas de vida de Walsh, un testigo que nunca podrá declarar lo que sucedió aquella tarde nefasta.

Alejo García Pinto asume la responsabilidad de encarnar al protagonista y lo hace con solvencia y credibilidad, con una actuación plena de valiosos matices para reflejar un pensamiento que escapa de los tonos eminentemente dramáticos, pero que al mismo tiempo tiene dolorosas implicancias.

No está ajena a este resultado la dirección de Jorge Graciosi, quien además acierta al diseñar una planta escenográfica con un espacio que resulta muy gráfico y afín a su labor de periodista y traductor pero que a su vez resulta simultáneamente opresivo y agobiante.

Susana Freire
Fuente: La Nación

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