sábado, 14 de noviembre de 2009

“No es una obra, pero acá hay toda una vida”

Festival Sin Estribos. Hoy canta en el Luna Park, junto a Roos, Coplanacu y Arbolito.

LILIANA HERRERO REEDITÓ SU DISCOGRAFÍA

Lanzó una caja con siete álbumes y un DVD, desde sus trabajos eléctricos junto a Fito Páez hasta el rescate del repertorio litoraleño.

Andrés Casak

En tiempos en que la industria musical sufre una crisis aguda y que el concepto del disco está cambiando radicalmente, Liliana Herrero relanza su discografía. No está completamente todo –ya que faltan los dos trabajos con Juan Falú y su último álbum, Igual a mi corazón–, pero sí contiene casi todo.

Así, una caja reúne sus siete discos con los artes originales y además incluye un DVD que refleja sus conciertos de 2007 junto a invitados. ¿Una simple reedición o un acto de audacia para los tiempos que corren? “Sigo creyendo en el disco”, contesta sintéticamente Herrero. “No lo llamaría una obra porque no me gusta la palabra, pero acá hay toda una vida”, completa.

Allí está Herrero entonces. La que transformaba en sus comienzos la “Chacarera del expediente” del Cuchi Leguizamón en un reggae; la que parecía una muchacha punk en la cubierta del disco Esa fulanita (“miro esa foto y no me reconozco”, dice hoy); la que electrificó clásicos de Yupanqui; la que indagó sobre las músicas en ambas orillas del río Uruguay.

El 3 de diciembre repasará una parte de todo este material en el Teatro del Cubo (y esta noche cantará en el Festival Sin Estribos en el Luna Park), pero lo hará desde otra perspectiva. “No quiero que se complete el círculo, sino que siga abierto a futuro. Así que haré viejos temas pero con un sonido diferente”.

–Reeditar sus discos implicó mirar en retrospectiva. ¿Con qué se encontró?

–Principalmente, me di cuenta de que sumando todos mis discos debe haber entre 10 y 15 temas en los que hallé alguna cosa sugestiva. Hay momentos que no son exhaustivos, que no pasa siempre, donde hay pasajes bellos. Puedo decir que ahí encontré algo.

–Y en sentido inverso, ¿hay versiones que hoy no le gustan?

–Sí, claro. Yo grabé un tema de Gieco, “Cinco siglos igual” al que le faltó una horneada. Lo volvería a hacer diferente o tal vez grabaría otro tema de León. Y en “Chacarera santiagueña” utilizo un arreglo que ya había hecho antes; ahí me repito. Estoy haciendo un balance y siempre hay subjetividad. Está puesto el corazón sobre la mesa. Hay momentos preciosos y otros que no lo son tanto.

–Si algo queda claro, es que desde su primer disco, de 1987 al presente, sus trabajos fueron muy ondulantes.

–Sí, siempre tuve una interrogación fuerte sobre el patrimonio musical argentino. Y por otro lado me parece que intenté conversar con todos los géneros. Eso me enorgullece: fundé mi música en el diálogo con diferentes géneros, músicos, generaciones y tradiciones. Más que decir la frase banal de que he sido feliz, diría que he conversado intensamente. Y sigo buscando cómo hablar.

–¿Y cómo se llevó con los diferentes movimientos dentro del folclore?

–Por ejemplo, con la proyección folclórica fue difícil no estar en ella. Así se llamó a esta fusión de ritmos del país con acordes provenientes de otros géneros, como el jazz y la bossa nova. En una etapa estuve metida, sobre todo a fines de los 60 y principios de los 70, pero nunca me terminó de convencer. Me parecía que la fuerza del folclore se perdía en esa fusión y que era más interesante ponerlo en un choque de lenguajes. Me interesa más la tensión que la fusión.

–¿Tuvo mucha resistencia?

–Hasta el día de hoy, no sé si soy aceptada. Hay perfiles del mercado que no aceptan esta forma. No estoy en la radio todos los días. Soy admitida relativamente. Pero eso no me quita el sueño. Volvería a grabar estos discos, aun cuando no hubiera nadie que me preguntara qué estoy haciendo. Es una decisión personal.

–También cantó folclore con arreglos rockeros, ¿no fue una bomba en su momento?

–Fue raro, yo no me daba cuenta de a quiénes le interesaba. Usábamos mucha máquina de ritmos. Eso salió de las charlas con Fito Páez, de lo que se usaba en esos momentos, en los años 80. Había una mezcla entre lo que se escuchaba y mucho pop. Me causa gracia cuando leo en internet que Fito me apadrinó. Nosotros nos hermanamos y sobre la base de esa amistad hicimos mis primeros discos. Fue parcería y juntada, pero nunca apadrinamiento.

–Cuando grabó su primer disco, tenía casi 40 años. ¿Por qué tan tarde?

–Yo del 75 al 85 no pensé en términos musicales por muchos motivos: fueron años peligrosos, patéticos, en que mi vida estuvo casi en puntos suspensivos. Yo tenía una hija chiquita y vendía ropa. Era una vida de locos, como la de tantos. Nos juntábamos, queríamos hacer otras cosas. En los años 80 y pico conocí a Fito, y supe que podía tener esperanza, que venía algo nuevo y poderoso, que también estaban Juan Carlos Baglietto, Adrián Abonizio, Jorge Fandermole. Yo percibía que algo estaba renovándose y que anunciaba el fin de la dictadura militar, y por suerte fue así. Y cuando llegué al disco y a la música, me quedé.

Un año triste y difícil para el folclore

Cuando lleguen los balances de este año, el folclore anotará una larga lista de pérdidas importantes. No sólo se trata de la ausencia de Mercedes Sosa: también murieron Suma Paz, Sixto Palavecino, Eduardo Lagos y Horacio Castillo.

“Hemos perdido a grandes referentes”, asegura Herrero. “Yo extraño mucho a Horacio, porque me unía una gran amistad con él, y también a Mercedes, porque la amaba y nos juntábamos cada vez que podíamos”. La cantante dice que encontró una forma de recordar a la tucumana más intensamente: compró un disco que se acaba de relanzar de 1961, La voz de la zafra, de cuando la Sosa tenía apenas 26 años. “Fundó un modo de cantar nuevo en la Argentina y con el Nuevo Cancionero encontró un lugar justo entre la vanguardia artística y política”, expresa.

Fuente: Crítica

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