jueves, 19 de noviembre de 2009

La importancia de llamarse actor de comedia musical

Mientras El musical de tus sueños ofrece buenos ejemplos de lo que no hay que hacer para conquistar el rubro teatral que más creció en los últimos años, en el espectáculo nacional existen otros artistas que refrescan el género.

UN GÉNERO TEATRAL EN ALZA

Los nuevos artistas formados en actuación, canto y baile ocupan espacios y emprenden caminos que no siempre van a parar a Broadway.

Natalia Laube.

Ni solamente actores ni solamente cantantes. Los nuevos talentos de la comedia musical quieren y pueden hacerlo todo. Multidisciplinarios, desprejuiciados y amigos de los riesgos, alternan el off con la televisión y las puestas grandes. Ni a la revista le temen.

NATALIA COCIUFFO
Elogio de lo alternativo

Su nombre no suena demasiado entre quienes transitan mundos lejanos al de la comedia musical, pero quienes están ligados a la escena vienen percibiendo que Natalia Cociuffo está haciendo las cosas bien. Claro que eso significa no sólo vivir de lo que más le gusta, sino permitirse atravesar, en una misma temporada, maneras muy distintas de ejercer su profesión. Además de formar parte de una de las obras más exitosas de la cartelera porteña (hablamos de Piaf, el musical protagonizado por Elena Roger que desde su estreno no dejó crítico ni espectador con cabeza), Cociuffo se lució en dos hilarantes musicales de fabricación casera que, fuera de los cánones del teatro musical de Broadway, captaron a un público alternativo: por un lado, Mueva la patria –una ópera cumbia con el sello de la revista Barcelona– y por otro, Amores retro –una comedia kitsch de la misma cofradía que había creado la recordadísima Quiero llenarme de ti y que promete volver este verano.

Sumado a las clases de canto que dicta, está claro que trabajo no le falta: “Hasta hace pocos sábados venía haciendo tres funciones de corrido: primero dos de Piaf y después me iba corriendo a hacer Amores. El gran desafío, cuando te toca esa seguidilla, es regular la energía, sobre todo cuando tenés que manejar personajes tan distintos. Imaginate: en el teatro El Cubo la responsabilidad era grande, porque somos sólo tres arriba del escenario; en Piaf, si bien tengo sólo algunas escenas, ¡soy Marlene Dietrich! Así que la presión es enorme. Cuando terminás con todo te agarra un alivio enorme, porque lo pudiste hacer bien. Y, entonces sí, recién ahí, sentís la satisfacción”.

Nacida y criada en Córdoba capital, Natalia menciona Drácula, de la dupla Cibrián-Mahler, como una obra fundacional y fundamental en su elección de ser una artista de comedia musical (ni solamente cantante ni solamente actriz: fue en ese momento que entendió que podía soñar con dedicarse a las dos disciplinas juntas). “En Córdoba no hay mucha cultura de musical: hay mucho teatro y ópera, pero obras al estilo Broadway no existen, entonces uno esperaba las producciones de Buenos Aires. Recién hace poquito se abrió una escuela integral de Valeria Lynch, hasta entonces tampoco había muchos lugares donde formarse. Y con Drácula flasheamos. Como creo que flasheó todo el país”, recuerda.

A partir de entonces, la pasión de la Cociuffo empezó a tomar forma y se convirtió en una historia de amor al género: aun en su ciudad natal comenzó a estudiar en un centro cultural y a vender alfajores para financiar las obras que ensayaba con su grupo de amigos; finalmente decidió mudarse, con todos ellos, a Buenos Aires “para estudiar en serio”. La profesionalización y los sucesivos trabajos (pasó por La fiaca, una de las últimas obras en las que actuó Roger antes de viajar a Londres y Ella, un tributo a Raffaella Carrà) la convencieron de lo satisfactoria que puede resultar la autogestión, una práctica que, dice, la hace sentir muy artista: “Mi objetivo de vida no es llegar a Broadway, para nada. Obvio que me iría a trabajar en algo puntual, por la experiencia, pero no sé si soy adoradora de las comedias musicales tan de afuera. Me encanta el musical argentino, la tradición de crear cosas”. “En ese sentido, fue como un gran choque que los ensayos de Piaf y Amores retro convivieran: salía de uno en el que todo era excelencia, primer nivel, y donde sólo te ocupabas de actuar, y me metía a martillar la escenografía de Amores… al Cubo. Las dos experiencias tienen sus cosas buenas: en las producciones propias podés probar mucho de lo que querés y todo te vibra cuando estás en escena. Digamos que te cosquillea distinto: Piaf también vibra, pero por otro lado. Y si te puede vibrar todo mejor, ¿no?”.

FERNANDO DENTE Y AGUSTINA VERA
Dos contra los prejuicios

Si existe ago parecido a un “dime quién es el padrino de tus proyectos y te diré en qué escalafón artístico te ubicas”, Fernando Dente y Agustina Vera, surgidos del reality show High School Musical –aquel casting televisado que premió a los finalistas con papeles para la versión local del film de Disney y cuyo imprevisto clímax mediático llegó de la mano de Chachi Telesco, apartada de la competición por no encajar con los parámetros de la factoría– terminarían de confirmar que lo suyo se ubica bastante lejos del off. Quien no lo crea, que preste atención a esta anécdota: “El año pasado, en una entrega de premios, nos cruzamos a Laura Ubfal, que nos tiró muy buena onda, nos felicitó por nuestro trabajo y nos insistió para que siguiéramos trabajando en equipo, nosotros y Vane (Butera), después de Hairspray. Nos quedamos pensando y al día siguiente, cuando nos juntamos a comer en casa, empezamos a fantasear con armar un proyecto propio, pero pensando que estábamos volando un poco alto. Cuando le contamos a Ricky (Pashkus) de nuestra idea, nos preguntó enseguida: ‘¿Ustedes quieren que yo los dirija?’. Obviamente, él encabezaba nuestra lista. Así nos ayudó a convocar al resto (Mecha Fernández en coreografías, Gaby Goldman en música) y de repente, el dream team se había formado”. Así, indirectamente amadrinados por ¡Ubfal! le dieron vida a Musicool, un espectáculo que después de hacer una exitosa temporada en el Velma Café los llevará de gira por algunas ciudades del interior.

Lejos de inhibirse por provenir de un reality, los chicos aprovechan este espacio de creación propia para reírse de los prejuicios propios y ajenos: “¿Cómo vamos a renegar de haber salido en la tele? Estamos orgullosos. Ricky siempre dice que si él participó como jurado en High School, fue porque el premio era trabajo. ¡Somos los únicos nabos que ganaron un reality y no recibieron ni plata ni autos! Pero, sobre todo, la experiencia nos sirvió para ganar confianza: ahora estamos mucho más tranquilos ante una audición, esos nervios que pasamos, no los vamos a pasar más”, se sincera Fernando, que este año audicionó para formar parte del elenco de Piaf . Y fue elegido, pero tuvo que renunciar por incompatibilidad de tiempos (“todavía no me animo a ir a ver la obra, porque sé que está buenísima”). Claro que obtendrá su revancha a partir de marzo de 2010 como protagonista de Despertar de primavera, un musical adolescente premiado en Broadway que Cris Morena traerá a la calle Corrientes (¿alguien duda de que será un éxito?).

“Un casting te dignifica, porque te hace sentir que vos solo te ganaste un lugar. Eso es maravilloso. Con el tiempo vas aprendiendo a tomártelo como una etapa más de cualquier proyecto y te das cuenta de que hay tantos elementos que influyen, cómo das con la pareja que te toca, tu physique du rol, que quedar o no quedar no te hace mejor o peor. Uno se va relajando también”, cuenta Agustina, que sueña con seguir haciendo grandes musicales y, por qué no, foguearse en televisión, más cine, más musicales y, por qué no, con el teatro de revistas. “Si teníamos algún prejuicio, High School Musical nos los sacó todos”, repiten en coro. “Nosotros no nos cerramos. Todo lo contrario: hay que abrir”, acota Fernando. El remate le toca a ella, en versión solista: “Lo del teatro de revista es en serio, ¿eh? En cualquier momento me ves poniéndome las plumas. Tengo cero prejuicios”.

LEO BOSIO
Actuar, escribir, dirigir

Cuando comenzó a darle forma a Pídele al tiempo –su cuarta puesta en el rol de director–, Leo Bosio no se imaginó que una de sus actrices lo abandonaría por una causa de fuerza mayor. Josefina Scaglione, protagonista de la obra de Bosio, anunció en medio de los ensayos que le había surgido una oportunidad que todavía no terminaba de asimilar: un casting en Broadway y la posibilidad de convertirse en la María de West Side Story –reversión de Romeo y Julieta situada en la Nueva York de los años 50 que primero fue tetro musical y, más tarde, una película protagonizada por Natalie Wood. Scaglione se ganó el papel, y aunque la primera opción fue suplantarla, Bosio entendió enseguida que ése iba a ser el cmaino más difícil: “El proyecto había nacido con Inés –Palombo, que sigue en el elenco– y José. No le encontraba la vuelta a la idea de reemplazarla”, recuerda. Entonces puso manos a la obra, volvió a su texto y descubrió la forma de mantenerla presente aunque ella no pudiera ir cada sábado al sótano del Palacio Barolo, donde hasta principios de diciembre puede verse su obra.

Y es que, como pocos artistas de su generación y de su género, Bosio escribe y dirige teatro musical además de actuar. “No hay mucha gente escribiendo teatro musical acá: los dramaturgos tradicionales no se forman en este género porque le tienen bastante prejuicio y, por otro lado, las obras que hay suelen ser importadas. Hay muy buen teatro musical afuera y supongo que debe resultar más sencillo comprar los derechos de un espectáculo extranjero que ya tuvo éxito, antes que apostar por algo que se produzca acá para probar suerte”, analiza. Y sigue: “Acá hubo un momento en que se usaba mucho la música para contar; en el sainete, por ejemplo. Pero eso se cortó y con los años dejó de haber gente formada de manera multidisciplinaria. Supongo que por eso no somos muchos los que además de subirnos al escenario, tenemos ganas de escribir y dirigir”.

Multidisciplinario, entonces, el chico combina papeles en comedias musicales (entre sus últimos trabajos pueden mencionarse El conejo, Rent y Mueva la patria) con actividades que se practican debajo del escenario y detrás de cámara: hoy es coach del elenco de Niní, la tira que protagoniza Florencia Bertotti, y se encarga del montaje artístico de Flor de palabra, el programa televisivo que conduce Florencia Peña. Además, en su CV figuran trabajos junto con Natalia Oreiro, Carla Peterson y Julieta Díaz. “Es un trabajo nuevo que estoy aprendiendo a hacer y que me encanta: yo pensaba que iba a querer ser actor toda mi vida, pero hace poco descubrí que disfruto cuando los actores sean hermosos, impecables en lo que tienen que representar. Me gusta ayudarlos a llegar a eso”, dice mientras se ocupa de los últimos detalles de la puesta, antes de cambiarse para dar inicio a una función más de Pídele al tiempo. Detrás de él Inés, su compañera de elenco, apura un último escobillón por el piso del Barolo. “Pídele al tiempo es, como todas mis obras, un trabajo en grupo en el que todos hacemos todo: desde actuar hasta limpiar. Un actor no es sólo actor cuando está en el escenario. El actor es el espacio, el tacho de luz que lo ilumina, la ropa que lo viste. Cuando el público va a ver una obra, la experiencia empieza por el hecho de que el lugar esté limpio, porque que te reciban con música linda, en fin, por que te puedas sentir cómodo. Yo, como actor y director, me muero por que el público sienta eso”, cierra Bosio. Y se despide para entrar al camarín. Ahora sí, una nueva función comienza.

Fuente: Crítica

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