jueves, 12 de noviembre de 2009

"Es la obra más difícil que hice en mi vida"

Un sincero homenaje al artista plástico Carlos Gallardo

Como Araiz, Mauricio Wainrot es un coreógrafo prolífico. También los dos han estrenado cantidad de trabajos en el exterior, que aquí no se vieron ni probablemente se vayan a ver. Pero Voces del silencio no es un título más en el repertorio del director del Ballet del San Martín. Es la primera creación tras la muerte de su compañero (de la vida y de la profesión), el artista plástico Carlos Gallardo, con quien realizó en los últimos 25 años unas 40 obras. El escenógrafo y vestuarista de La tempestad , El Mesías y Consagración de la primavera , entre otras tantas, falleció en diciembre último en un accidente automovilístico, cuando viajaban a su casa de La Cumbre, en Córdoba. Con este homenaje que Wainrot le rinde a partir de hoy, estarán juntos en el escenario por última vez.

"Carlos dibujaba vestuarios para obras inexistentes . Tengo una carpeta llena de proyectos de escenografías y vestuarios que preparó con los años. El era como un archivista de gran meticulosidad; por ejemplo, de Distant light, está la muestra de tela que usó cada compañía que la hizo. Aunque esa obra es para doce bailarines, él había realizado 20 trajes. Entonces, utilicé aquellos vestuarios que Carlos creó y que nunca se usaron", revela el coreógrafo y exclama admirado: "¡El sabía el peso de un personaje qué tela tenía que tener!" Wainrot se movió entre figurines, combinó colores, le dio vida a esos trajes. "Me angustié mucho, lloré bastante. Fue muy fuerte, doloroso y una responsabilidad muy grande. Usé vestuarios que tienen un clima muy dramático". También así es la partitura de Peteris Vasks, bastidor de esta coreografía de 42 minutos.

Aunque el coreógrafo diga con la emoción en la voz que su pieza no es narrativa, es muy estrecho y fuerte el vínculo que en escena se ve entre los protagonistas: dos roles masculinos (interpretados por los bailarines Lucio Rodríguez Vidal y Sergio Muzzio), separados finalmente por una mujer (Sol Rourich), que podría ser el destino o la muerte. "Para hacer una obra como ésta, la más difícil de mi vida, contar con la incondicionalidad de estos bailarines fue fantástico. Por la entrega, por la devoción, estoy absolutamente agradecido por cómo la compañía ha transmitido sus emociones y cómo han tratado de entender mis estados de ánimo. El resultado se parece a lo que siento, es muy sincero. Es una nueva despedida de tantas que estoy teniendo. Casi todos los días me despido de algo. Y también es una despedida que Carlos no vaya a ver esta obra".

Fuente: La Nación

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