viernes, 27 de noviembre de 2009

El vestuario intervenido por tres actores

Juan Pablo Gómez desarrolla su obra en un ambiente pequeño de un club de barrio, con magníficas actuaciones y un buen montaje

Un hueco
. Dramaturgia y dirección: Juan Pablo Gómez. Intérpretes: Patricio Aramburu, Nahuel Cano y Alejandro Hener. Iluminación: José Pigu Gómez y Carolina Rolandi. Producción: Luciana Zylberberg. Asistencia de dirección: Natalia Gutiérrez. Sábados, a las 22; y domingos, a las 20, en el Club Estrella de Maldonado, Juan B. Justo 1439. Capacidad limitada (reservas: 155 708 5927).

Nuestra opinión: muy buena

El Estrella de Maldonado es de esos pocos clubes de barrio que aún quedan. Domingo, pasadas las 19, se juega allí un torneo de hockey y, mientras las jugadoras tratan de contraponerles energía a sus nervios, los padres y parientes van y vienen. El lugar tiene ese aspecto tan especial... Se respira a familia, a un ámbito casi íntimo donde se tiene la sensación de que todos se conocen. Algo así como sabor a pueblo (aunque sea en pleno Palermo "de moda"). Tal vez por eso, el director Juan Pablo Gómez y su equipo intervinieron el piso de arriba, más concretamente el vestuario masculino del club.

Era el ámbito ideal para su propuesta. Ya en el sector "visitante" de ese lugar de sudor acumulado, el espectador se ve envuelto en un olor tan rico como desagradable. Irremediablemente remite a velatorio. Es que proviene de las flores de la corona que descansa en una de las esquinas del lugar. En la otra, hay una mesita con café y sandwichitos. Entonces, uno se queda allí, sentadito, como velando a alguien que no conoce y esperando a que lo dejen pasar al vestuario para sentarse en unas gradas y volverse invisible para poder espiar a tres personas.

Ellos están "atrincherados", como dice el programa de mano. Son refugiados del velatorio de un amigo de la barra. Allí están escondidos para desnudar sus personalidades, confrontarlas y, a su vez, hermanarlas. Es que en el vínculo entre estos tres amigos de la infancia reside el nudo de esta dramaturgia sencilla, sostenida principalmente por un grupo de actores espléndidos y una precisa batuta que los dirigió.

El eje de todo lo que allí ocurre está en la piel de Alejandro Hener, Patricio Aramburu y Nahuel Cano, quienes demuestran una conexión perfecta que logra momentos de gran intensidad. Con actitudes, consiguen trazar una radiografía de tres muchachos comunes de pueblo, cuya insatisfacción trata de simularse con lo cotidiano o la hipotética paz parece fundirse con un aburrimiento que cercena y tortura.

Entonces, ellos confrontan la aparente pureza con la supuesta "pacatería". Sienten a su pueblito como un micromundo del que es difícil escapar y, a su vez, el nicho ecológico que necesitan para sobrevivir. Defienden y cuestionan.

A su vez, en aquel vestuario es donde lo masculino puede desmenuzarse hasta lo íntimo, hasta lograr que el espectador sienta que está espiando por el ojo de la cerradura.

Otra obra más de actores, en la que una buena idea está contada en forma sencilla, pero muy efectiva, y dirigida por el ojo agudo y sensible de Juan Pablo Gómez. A su vez, aprovecha el espacio elegido, en apariencia incómodo, pero efectivo.

Pablo Gorlero

Fuente: La Nación

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