viernes, 20 de noviembre de 2009

El sobrino más joven de Rocha dice que hay falsos mitos en la ciudad de La Plata

Pioneros. Los primeros Arana en llegar al país, retratados en dos óleos. Tenían mucha plata: eran los abuelos del fundador

JUAN EMILIO ARANA, TIENE APELLIDO ILUSTRE PERO UNA VIDA MUY NORMAL

Tiene 33 años, es museólogo, soporta las colas para realizar cualquier trámite municipal
repleta de leyendas y objetos de notorio valor histórico. Asegura que hay mucha fantasía

“Cada dos por tres aparece un supuesto descendiente de Dardo Rocha. Nos llaman y siempre tenemos que explicar lo mismo. No sé por qué será, pero a mucha gente parece que le interesa tener un pariente famoso”.

Quien habla es el sobrino nieto más joven del fundador de La Plata y de su señora, Dona Paula Arana, Juan Emilio Arana. Tiene 33 años, es museólogo, está acostumbrado a portar uno de los apellidos con más tradición de la capital bonaerense, a que lo nombren en los discursos y a repetir que no queda vivo ningún descendiente de apellido Rocha en la Argentina.

De perfil bajo, al igual que sus hermanas María Fernanda (35) y María Agustina (31), es una de las personas que más brega por mantener el recuerdo vivo de su tío abuelo, de su legado y sobre todo de los principios morales de sus antepasados. También lucha desde la palabra para desmitificar fantasías que se enseñan en muchas escuelas o se transmiten en cada aniversario de la ciudad; algunas de las cuales ya las hicieron propias generaciones de platenses.

Sentado en un señorial y mullido sillón de herencia familiar, Juan está de frente a los óleos de sus tatarabuelos, Diego José Arana y Victoria Olivera. Descendieron en el puerto de Buenos Aires de un barco que los trajo del País Vasco, su terruño, en el 1700. “Ellos son los abuelos de Rocha -señala-. Diego José era una comerciante muy rico que se asentó en el Tigre y que tuvo una vasta labor pública. Participó de los sucesos de Mayo y hasta actuó en ocasiones como juez para dirimir conflictos”.

La casa de calle 47, donde siempre vivió Juan está repleta de historias y objetos que son testigos mudos de aquellos días. Un piano de cola Ronisch, seriado del 1800, es una de las tantas muestras de ese pasado lujoso en dinero e ideas. “Prácticamente toda la herencia familiar de mi tatarabuelo se perdió años después cuando su hijo Diego Pantaleón Arana confrontó ideológicamente con (Juan Manuel de) Rosas; se negó a jurar como abogado ante su figura y se tuvo que exiliar -cuenta Juan-. Como pasaba en aquel entonces, todos sus bienes fueron confiscados”.

Diego Pantaleón está en otro óleo del estar de esa vivienda, pegado al de su esposa Jacinta Merino. Diego era el tío y suegro a la vez de Dardo Rocha. ¿Cómo es esto? Dardo y Paula eran primos. De los millones del primer Arana que pisó esta tierra, sólo queda una vieja casona en el centro del Tigre. En el exilio, junto a su amigo José Mármol, Diego daba clases de guitarra y tocaba en la calle. “Era deMitos y fantasías

Cuando era chico, a Juan le hacían soplar las velitas en el Normal 2 en cada aniversario de la ciudad, el 19 de noviembre. Le daba tanta vergüenza, que le molestaba. Hoy paga las tasas municipales como cualquier hijo de vecino, soporta las tediosas colas para hacer un trámite comunal y hasta le labraron actas de infracción cuando tenía una boliche.

Aunque lleva un apellido ilustre, alrededor del cual se tejieron muchas leyendas, anda a pata porque hace varios meses le robaron el único auto familiar. Cuenta, por ejemplo, que la creación de la localidad de Arana no tiene nada que ver con su familia. “A la Argentina llegaron cinco familias Arana. Felipe Arana, por ejemplo, estuvo al lado de Rosas pero no tenía nada que ver con mis tíos y ni con mis abuelos. Tampoco los Arana que poseían campo alrededor de la ciudad. Esos eran Arana de Torres”, afirma.

Las hectáreas donde está el Regimiento 7 de Infantería “no eran nuestras”, machaca este descendiente. “Hay todo un mito alrededor. Nuestros antepasados jugaron su fortuna por la política; exactamente al revés de lo que pasa ahora”. A raíz de esta fantasía millonaria, ya está acostumbrado a que se le rían cuando va a buscar trabajo. “Vamooos, vos no necesitás laburar. Si sos Arana’ te dicen”, cuenta con una sonrisa Juan, que hoy se gana la vida de su trabajo como museólogo y como gestor.

Memoria y atropellos


Hijo del escribano Jorge Arana, ahijado de Dardo Rocha que estuvo preso durante un período con el peronismo, y de Hilda Malaspina, Juan Emilio se queja por los “atropellos que hubo de algunos funcionarios municipales” de diversas gestiones con los objetos que pertenecían a Dardo Rocha. “Una persona hasta se quiso llevar a su despacho un escritorio histórico”. “Constantemente donamos objetos al museo, pero para que estén en el recuerdo”, enfatiza este hombre, nacido con La Plata como sus hermanas. Quienes no nacieron en la ciudad y tampoco viven en ella, son los descendientes de la rama de Rocha. Ana Reynald es su nieta política, que tiene tres hijos: Ana, Matilde y Tomás. Hoy llevan el apellido Bond. También están los Arditi, pero el Rocha ya se perdió. En realidad, él tampoco vivió en La Plata. Todos los días venía en tren desde Buenos Aires, donde tenía un palacete sobre la calle Lavalle.

Impostores


Ahora se ríe, pero en el momento le causa fastidio. “Muchas veces recibimos llamados del Municipio, de gente que dice ser familiar de Rocha. Nunca nadie lo pudo probar”, esboza, en forma de queja Juan, de increíble parecido físico con Ponciano, el hijo de Dardo que murió muy pequeño antes de la fundación de La Plata, en 1882. “Cuando íbamos al museo (Dardo Rocha, frente a la plaza Moreno) mis compañeros de colegio me decían que estaba colgado en un cuadro. Pero el del cuadro era Ponciano”, recuerda Juan Emilio, de apellido ilustre pero con una vida muy normal.

Fuente: Hoy, Hoy (4/06/2006)

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