sábado, 21 de noviembre de 2009

El corazón humano en la pluma de Dostoievski

Personajes sensibles, melancólicos y exaltados

Corazón débil . A partir de la novela de Dostoievski, con texto y dirección de Mariel Bignasco y traducción de Raúl Serrano. Con: Alejandro Magnone, Sergio Pascual, Cecilia Labourt y Laura Conde. Escenografía y vestuario: Juan Ferreira y Alicia Caldarone. Teatro del Artefacto. Sábados, a las 21.
Nuestra opinión: buena

Muy atractivo resulta para el teatro la narrativa de Dostoievski, lo suficiente como para haber adaptado escénicamente algunas de sus obras, como El idiota , Memorias del subsuelo y ahora Corazón débil . Quizá el atractivo resida en el inmenso interés que el autor ruso mostró por el hombre de su tiempo, como si el futuro de la humanidad se hallara en juego. Tal vez se deba a que Dostoievski necesitaba de la narrativa para penetrar en las facetas más oscuras del espíritu humano, para llevar a los personajes a situaciones extremas y rastrear sus conflictos interiores y sus motivaciones más profundas.

Por su temática, y el modo de abordarla, de sus novelas trágicas, se adelantó en el tiempo a los estudios psicoanalíticos sobre el inconsciente, al surrealismo y al existencialismo. En lo literario, tal vez su mayor aporte haya sido el haber colocado al narrador dentro de la obra para contar su propia historia.

Vasia Schumkov es un hombre sencillo con una discapacidad física que lo hace más retraído. A pesar de eso, descubrió la dicha de amar y de ser correspondido. Toca el cielo con las manos y está a punto de casarse con Lisenka. Pero por su sentido de responsabilidad laboral acepta un arduo trabajo para no defraudar a su jefe. Vasia y su amigo Arkadi, dos funcionarios públicos, son retratados por el autor para mostrarnos la vida de personajes simples y el entorno sentimental del hombre humilde pletórico de riqueza al poder experimentar sentimientos alejados de la mezquindad.

Vasia es un ser de gran emotividad, la felicidad lo embota hasta el punto de que no puede hacer nada más que disfrutarla. Ni siquiera cumplir con el trabajo encargado. Con este estado, el autor presenta un proceso de enajenación, de sumisión hacia el jefe que lo desdibuja como ser humano y lo lleva a la pérdida de la razón cuando no puede cumplir un nuevo encargo. Por estas características del autor es difícil llevar a escena uno de sus textos sin correr el riesgo de perder algo esencial. Y lo que se pierde en esta ocasión son las transiciones internas del personaje, esas que no pueden ser reveladas por la palabra oral. Son precisamente aquellos monólogos interiores que sólo la narrativa puede registrar.

El logro en todo caso es haber podido armar personajes dostoievskianos, sensibles, melancólicos y exaltados, para lo cual el elenco se prestó con convicción y entusiasmo. La puesta trata de reproducir los diferentes espacios que pinta el relato original y esto tal vez provoque cierta dispersión del conflicto personal del protagonista, aunque sí sirva para ilustrar mejor los cambios de ámbitos.

Una propuesta que registra con propiedad el entorno social que se imponía a los humildes allá por el siglo XIX.

Susana Freire

Fuente: La Nación

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