¿El videodanza o la videodanza? Según Szperling, la sutil diferencia de género no es menor y aún no tiene una respuesta definitiva. “Sigue siendo motivo de discusión, y expresa cierta pugna entre los dos lenguajes, el audiovisual y la danza. Yo prefiero hablar de la videodanza como género y un videodanza en tanto obra específica”, destaca la experta, y aclara que este lenguaje nació “por oposición a la noción de registro, a una cámara pasiva que capta cuerpos”. Así, una obra de videodanza implica el uso de la cámara, el tratamiento de las imágenes y el montaje desde una mirada personal, con fines estéticos, poéticos y hasta ideológicos. Quien hace un videodanza no registra indiferente sino que “mete manos en la masa”, opina Szperling. ¿Cómo surgió esta forma de expresión? “Las primeras experiencias son de Maya Deren, una cineasta experimental rusa que vivía en Estados Unidos. Todavía no existía el video, ella hacía cine desde una mirada bastante surrealista y pensó mucho la relación entre la cámara y la danza”, señala. Deren fue clave para la vanguardia estadounidense y su obra Estudio con coreografía y cámara, de 1945, es un principio de lo que más tarde se conocería como videodanza.
–¿Qué pasó después?
Silvina Szperling: –En los ’70, con el boom de la videocámara casera, de los cruces de lenguajes y del videoarte, muchos artistas visuales norteamericanos se volcaron a la videodanza y se popularizó mucho. Recién a fines de los años ‘80, comienzos de los ‘90, se desarrolló en Europa, específicamente en Francia e Inglaterra, en el marco de inversiones muy fuertes de esos gobiernos en materia de danza contemporánea. En este contexto de inversión estatal, de creación de los centros coreográficos nacionales, la videodanza se expande. El término “videodanza” lo creó la francesa Michèle Barguese, directora de la videoteca del Centro Pompidou de París.
–¿Acá el desarrollo se dio recién en los ’90?
Fuente: Página 12
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