miércoles, 29 de septiembre de 2004

De la mano de Chejov: Daniel Veronese

Foto archivo

Sin anticipos de estreno ni promociones, el director está ofreciendo "Un hombre que se ahoga", una versión libre de "Tres hermanas", donde se intercambia el género de los personajes.

Un nuevo proyecto de Daniel Veronese comenzó a hacer funciones en El Camarín de las Musas. La producción tiene múltiples particularidades. En primer lugar se trata de una versión de "Tres hermanas", de Anton Chejov -denominada "Un hombre que se ahoga"-, en la que los personajes femeninos están interpretados por hombres y los masculinos por mujeres. No se modifican los nombres originales y tampoco los actores aparecen travestidos, y menos aún adoptan conductas distintas de sus propios sexos. En segundo lugar, el espectáculo se viene ofreciendo sin tener una campaña de difusión que posibilite al público saber que ese trabajo está en cartel. Por último, en la puesta -se trata de una fuerte experiencia de investigación- no hay casi escenografía ni música ni una iluminación diseñada para aportar determinados climas. Es más: una función se realiza los domingos a las 16, aprovechando la luz natural que ingresa en el espacio escénico desde el techo.

En una habitación un tanto derruida, un grupo de intérpretes, con la ropa que traen de la calle, asume la recreación de unos personajes que, a poco de iniciada la representación, movilizarán la atención de los espectadores.

El grupo de actores está integrado por Osmar Núñez, Claudio Tolcachir, Luciano Suardi (Olga, Irina y Masha, respectivamente), Julieta Vallina, Pablo Messiez, Silvina Sabater, Elvira Onetto, Osvaldo Bonet, Marta Lubos, Silvina Bosco, Stella Galazzi y Adriana Ferrer.

La propuesta llevó un largo tiempo de ensayos y algunos inconvenientes que pudieron sortearse. La mayoría de los actores forman parte de otros proyectos teatrales, están en televisión o hacen publicidad, con lo cual fue muy difícil reunirlos en horas habituales de trabajo. Las madrugadas fueron, la mayoría de las veces, el tiempo ideal para encontrarse. En algún momento todo estuvo a punto de esfumarse, pero gracias a la buena predisposición del grupo el espectáculo llegó a buen puerto.

Daniel Veronese está más que conforme con esta producción que concretó de manera tan inusual. Tenía ganas de hacer Chejov y lo logró, y en su discurso asoman también algunas explicaciones que al lector le resultarán un tanto extrañas, sobre todo cuando define por qué lleva a escena las "Tres hermanas" de esta forma.

"Tenía necesidad de tomar un autor clásico, y Chejov me fascinó -explica el director-. Lo primero que busqué, llamativamente, fueron los actores, antes de encontrar la obra. Llamé a seis intérpretes y les pregunté si querían participar de una obra de Chejov. Me preguntaron cuál y les dije que todavía no sabía. Después me di cuenta de que no había una obra donde pudieran entrar los seis. Decidí que podía cambiar algunos sexos de los personajes y terminé optando por «Tres hermanas». Empecé a leer la obra así, con los sexos cambiados, y funcionaba."

Comenzaron a trabajar sobre esta idea y lograron quebrar algunos miedos primarios respecto de si esos mundos masculinos y femeninos podían deformarse. "Lo principal del trabajo -cuenta Veronese- fue lograr el aspecto poético de estas tres mujeres que parecen tener todo para acceder a algo y no lo hacen Uno se pregunta por qué no se van, por qué no dejan ese mundo en el que viven. Están detenidas porque no hay dinero que pague ese lugar utópico de la felicidad, al que aspiran.

Uno sabe que si se van a Moscú van a fracasar tanto como en el lugar donde viven. No es Moscú lo que buscan. En este deseo de la felicidad y el sentido de la vida puesto en otro lugar encontré que tranquilamente puede manifestarse, en términos dramáticos, tanto en hombres como en mujeres. Y en cuanto a esos personajes que representan el mundo militar no apunté tanto al aspecto bélico de su condición, sino a mostrarlos como seres que quieren movilizar a los otros, dicen «vengan conmigo», «yo soy la felicidad», «puedo sacarlos de este letargo»".

-Si ciertas cualidades de esos personajes bien pueden manifestarse tanto en hombres como en mujeres. ¿Por qué se mantienen los nombres originales, si los intérpretes son hombres?

-Simplemente porque Olga, Irina y Masha son tres nombres muy fuertes en el imaginario de Chejov y no encontré otros que pudieran reemplazarlos. Sé que al comienzo del espectáculo uno escucha el nombre de Olga y lo ve a Osmar Núñez y no entiende, aparece algo de ruido, pero la puesta está trabajada para que la gente se olvide de eso. El espectador repara en que está en un teatro, que hay butacas, hay unos actores. Trabajamos los vínculos y las situaciones de una forma en que la ilusión de lo que sucede ahí permita olvidarse de toda cosa extradramática.

-Tenías interés en trabajar un clásico y eso determina a la vez ir al germen de lo teatral. En este caso, te interesa Chejov porque es un valor emblemático de la escena universal o te interesan sólo sus palabras.

-Es una mezcla de todo. Cuando leo a Chejov descubro una prosa dramática que es poesía pura. Todos los personajes dicen cosas que dichas de otra manera serían pura información. Pero acá todo el mundo tiene derecho a expresar sus padecimientos y está armado de una forma tal que uno no puede dejar de conmoverse. Me interesaba ver si podía hacer Chejov de otra manera. El cambio de roles de los personajes tuvo una causa espuria, pero luego me gustó. Estas circunstancias me llevaron a hacer Chejov así. Si tomo otra obra -ahora estoy interesado en montar "Tío Vania"- no va a ser igual, seguramente.

-¿En qué medida los actores aportaron a los cambios?

-Empiezo los proyectos viendo qué tengo, qué hay. El material no es sólo literario, están los actores. Hay personas que se fueron convirtiendo en lo que son ahora a partir de lo que trabajamos. Me produce mucha fascinación descubrir la obra en el escenario. Los personajes se descubren ahí. Leyendo el papel puedo imaginarme cosas y otro puede descubrir otras. La lectura no te da la verdad de los personajes, ahí ellos son sólo líneas de texto. Cuando aparece la emotividad del actor, sumado al texto y a la situación, empieza a aparecer lo que llamamos el personaje y podemos ver qué es capaz de hacer. De todos modos, modifiqué texto en función de darle al espectáculo cierto ritmo. No utilizo cambios de luces y la obra parece estancada en el tiempo, pero en verdad al cabo de ella transcurren cuatro años. Los actos están montados unos sobre otros. Hice como un batido. La estructura quedó, pero muchas escenas del original se han corrido de lugar. Muchos personajes están en lugares indebidos. Como trabajamos en un único espacio no hay posibilidad de ir a la sala, al jardín. Acá todo el mundo escucha todo y todos dicen en la cara del otro lo que tienen que decir. Todos nos preguntamos sobre el sentido de la vida y queremos ser felices, pero la infelicidad está al lado nuestro. Y eso es muy actual.

-¿Volvés al tema de la familia?

-Es un tema chejoviano.

-Pero también es tu tema.

-Por algo me gusta tanto Chejov. Es un lugar en el que me gusta meterme y seguramente estaré expiando fantasmas. Vengo de una familia italiana, mucha gente, mucha reunión. Sé cómo se manejan las familias. Algo me resulta muy atractivo, las fisuras de la familia. Por esas fisuras algunos se escapan. Otras veces, por esas fisuras la familia se rompe, siempre y cuando alguien no haga algún remiendo. Este lugar microsocial, donde uno se cría y empieza a generar un comportamiento que después repetirá, me parece muy interesante como ampliación de un prisma hacia lo macrosocial. Por medio de una experiencia de laboratorio podemos descubrir por qué somos así, por qué tenemos estos comportamientos.

Por Carlos Pacheco
Para LA NACION

Volver a lo esencial

El público está cercanamente comprometido con la acción . Foto:Rodrigo Néspolo

El nuevo espectáculo de Daniel Veronese tiene algunos puntos en común con experiencias anteriores por él desarrolladas. Trabaja sobre el tema de la familia y lo hace casi a luz plena, con mínimos elementos escenográficos y poco -o ningún- rasgo en el vestuario que posibilite afirmar al personaje.

"Estoy viendo teatro y cada vez tengo más deseos de ir a la verdadera esencia de la actuación -explica Veronese-. Siempre intenté estar desaparecido como director. A veces lo he logrado y otras no. Quiero que la gente vea y diga: «Esto está sucediendo acá». No es una representación de algo ensayado, sino un suceso que acontece en este momento, en este tiempo y en este espacio. Esta es una obsesión. La verdadera ilusión se presenta cuando pierdo noción de la teatralidad, aunque vea un decorado. Lo interesante es poder hacer entrar al público en esa ilusión distinta y que, cuando termina, se rompe, cae la ficha. Como cuando de niños íbamos a ver títeres y al final el titiritero nos mostraba los muñecos. El engaño bien hecho. Entonces empiezo a reducir todo elemento que me aleje de esa ilusión. Y así sólo queda el actor, pero con un grado de verdad que es el que me permite entrar en la ilusión."

Fuente: La Nación

miércoles, 22 de septiembre de 2004

Los sueños como actos de obsesión

BUENOS AIRES
En Poses para dormir, Lola Arias ensaya una mirada extraña sobre la realidad, que se termina desdoblando entre vigilia y sueño.

Por Cecilia Hopkins

Una vez que comprendió que sus estímulos teatrales más potentes se originaban en la escritura, tras cumplir un ciclo de formación actoral con Ricardo Bartís y Pompeyo Audivert, Lola Arias determinó dirigir sus propios textos. Y pensó en concebir obras capaces de ser portadoras de un atractivo más allá de su puesta en escena. Arias se dio a conocer con la edición y estreno de su primera obra, La escuálida familia, una pieza que retrata las crueldades del entorno íntimo de dos hermanas que viven en una fría región sumida en una noche continua. En mayo pasado estrenó Estudios sobre la memoria amorosa (una obra que analiza los vínculos sentimentales a partir de ciertas patologías de la memoria) en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, fruto del taller de experimentación estética propiciado por la Fundación Antorchas.
Ahora es el turno de Poses para dormir, que acaba de subir a escena en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960) y se ve los viernes a las 21. Integran el elenco Blas Arrese, Javier Drolas, Inés Efron y Julieta Vallina.

La obra discurre acerca de la recurrencia de ciertos sueños: dientes que se rompen, mujeres que se besan, la destrucción del mundo. Quienes se cuentan sus aventuras oníricas son dos parejas que viven en departamentos contiguos, cuyos integrantes juegan a ser quienes no son por influencia de los otros. La obra propone una mirada extrañada de la realidad y tiene algo de policial, otro tanto de historia de amor pero mucho más de ciencia ficción: “Me interesa el delirio al que se puede llegar desde la ficción, y siento que en esto de construir universos autónomos tengo más referentes en el cine que en el teatro. Y creo que no hay como la ciencia ficción para hablar de la realidad”, concluye.

–¿Por qué se autodefine como una obsesiva de las palabras?

–Vengo de una formación que privilegia la improvisación sobre textos no teatrales. Después de varios años y cuando ya pensaba que había cumplido un ciclo (ya escribía poesía y estudiaba letras), me di cuenta de que no era esa forma de teatro la que me interesaba. No comparto la idea de que si el actor no puede decir un texto se lo suprime. Tampoco creo que porque determinada frase suene muy literaria haya que sacarla. A mí me parece que todo texto puede decirse, lo que hay que encontrar es cómo hacerlo.

–¿Se trata de encontrar nuevas formas de actuación?

–Yo me formé en la idea de que el actor debe generar estados, tiene que expresar intensidades. Frente a esto están las metodologías que intentan captar el gesto natural, la organicidad de la vida. En esta obra no trabajé con ninguna de estas formas de actuación. Quise formalizar el gesto cotidiano, ordinario y hacer una coreografía con las poses que iban encontrando los actores.

–Hablar de poses en teatro hace pensar en un planteo relacionado con la plástica. ¿Hay algo de eso?

–Se podría decir que se trata de un trabajo minimal, pero no porque no haya movimiento en la obra. Lo que se trató fue de limpiar el gesto de los personajes y vaciar sus movimientos de todo lo que no parezca necesario. Yo veo que los actores hacen demasiado en escena. Y quise lograr en las poses una fuerza de condensación de lo mínimo.

–¿Qué es lo que los sueños representan en su obra?

–La idea de tomar los sueños es una excusa para presentar las obsesiones de los personajes, quienes todo el tiempo se cuentan sus sueños. No hice un estudio acerca de aquellos que se repiten pero sí leí acerca de su codificación, incluso, en sociedades aborígenes. Me interesa el valor de las imágenes de los sueños, sus conexiones míticas, su asociación con determinados contenidos. Alguna vez imaginé que la continuidad está en el sueño y no en la vida. Un personaje de la obra se dice “vivimos una doble vida, una con los ojos cerrados, otra con los ojos abiertos”.

Fuente: Página 12

domingo, 19 de septiembre de 2004

Felices juntos

Sin perder su olfato para tocar el tema justo en el momento indicado, José María Muscari sorprende con Shangay. No tanto por el guiño a la cultura oriental y la cultura gay o por el afán transgresor de los cuerpos desnudos. A diferencia de otras veces, esta obra en la que el director también actúa ofrece momentos de intimidad, recogimiento y, casi casi, ternura.

Por Cecilia Sosa

Lejos del mundillo protegido del teatro de elite, el de José María Muscari siempre fue un teatro de la provocación, del exceso, de la mordacidad y de la parodia. Un teatro más cercano a la estética televisiva que a la elegancia surreal o pop del circuito off; un teatro efectista para un público no amante del teatro pero capaz de morir por el acontecimiento (y no sólo el escénico). Si hay algo que no les faltó nunca a los espectáculos creados y dirigidos por Muscari fue un timing casi mediático: cargó contra el mundo de la moda (Mujeres de carne podrida), el vértigo de los reality y los talk shows (Pornografía emocional), la xenofobia y la discriminación (Grasa) y hasta la obvia fantasía de mujeres desnudas peleando en el barro. Fue esa puntería la que le permitió a Muscari pasar de un centro cultural de abajo una autopista de Parque Chacabuco a las puertas del teatro Lorange (¡y de la mano de Carlos Rottemberg!).
Muscari siempre se jactó de hacer lo que le gusta y, al menos en cuanto a timing, siempre dio en el blanco. Con Shangay, su nuevo espectáculo, pasa un poco lo mismo. Pero también pasa otra cosa. A días de que los diarios anuncien el primer divorcio legal de una pareja gay en Canadá (dos chicas que se separaron tras cinco días de casamiento formal y diez años de convivencia), el-que-se-sabe-y-se gusta-alternativo estrenó una obra donde el público asiste en vivo a la ruptura de una pareja gay, tomando té verde y comiendo sushi con palitos.

Muscari es Muscari. Y cuando la combinación de arroz y el pescado crudo dejó de ser una cuestión de Estado y se extiende como gripe por el cada vez más tentacular barrio de Palermo, cuando los festivales de cine del mundo festejan la última sorpresa oriental y se llenan las sesiones panorámicas de cine japonés, chino y taiwanés en la Sala Leopoldo Lugones, e incluso cuando la pujante ingeniería del Once llena sus góndolas de productos nipones casi perfectos, el director vuelve a tirar un centro y arremete con una sátira a dos puntas: la de la cultura oriental y la de la cultura gay, dos “géneros”, si se puede decir así, que encabezan el top-ten de la modernidad local. Porque si lo oriental está de moda, lo gay también y más.

Así, una sala del Abasto se llena de lámparas de papel rojo, almohadones en el piso, música chill out y chicas con kimono que reparten té verde y maní japonés con aire de geishas extraviadas. Pero todo un poquito corrido, un poquito distorsionado: en medio de la sensualidad oriental se puede descubrir una sospechosa abundancia de plástico y, mirados un poco más de cerca, esos afiches tan exóticos, parecen como fotocopiados. Tal vez para recordar esa impunidad con la que la moda logra hacer de lo Otro, lo mismo. Y ahora son las geishas que sin tanto recato piden a los asistentes que apaguen celulares y que hagan pis porque en la sala de arriba no hay baño. Entonces hay que subir y acomodarse, rodear una tarima de mesa baja y puffs, pedir más té verde y sushi (o optar por vino y la más clásica picada criolla que viene con papas fritas y palitos) y aprontarse para una velada temática donde la pareja más cool y moderna – el propio Muscari (que debuta como actor en una obra de su autoría) y el espléndido Fernando Sayago–, se encamina hacia la disolución.

Allí es cuando el director que se inició en las performances a los 19 años, y que hace meses fue acusado de pornógrafo y tomado de rehén en un hotel de cinco estrellas de Santiago de Chile (a la embajada vecina no le causó mucha gracia la versión teatral del romance entre una travesti y un funcionario pinochetista), sorprende con una honestidad nueva. Y, desde arriba del escenario, arremete con una obra autorreferencial sobre el amor gay que parodia todos los tics del género con el filo y la impiedad del que conoce. Pero atención: si Shangay sorprende no es tanto por el exceso –como las geishas de pies sucios que también aprovechan para desnudarse, el tratamiento rejuvenecedor de la madre que llega en plan reconciliatorioy el abuso de la incorrección política en la parodia a lo oriental–, elementos que, en todo caso, formaban parte del combo acostumbrado. Ni siquiera por lo supuestamente transgresor de la apuesta: en Shangay hay besos de verdad (un poco distintos a los Florencia de la V y el Sr. Uriarte), mucho baile en calzón y culos al aire. Muscari sorprende por otra cosa. Porque a diferencia de todas las anteriores y aunque tiene sus momentos, Shangay no es una obra festiva. Sorprende por el tono intimista y casi melancólico con el que lleva adelante una separación en ocho actos. Por los momentos en los que pisa en el mundo de los celos, las diferencias y los malentendidos de una pareja; en fin, por el modo en que se interna en ese terreno misterioso e inexplicable que hace que dos personas un día decidan estar juntas, y otro, dejar de estarlo. Por cómo muestra, en un final lánguido y contemplativo, lo mucho que se parecen todas las historias de amor.

Las funciones de Shangay son los viernes y sábados, a las 23, en Abasto Social Club, Humahuaca 3649.

Fuente: Página 12

jueves, 16 de septiembre de 2004

Chejov actual, con la mirada de Daniel Veronese

Un clásico que, con una dramaturgia renovada, no da respiro a los espectadores Foto: Rodrigo Néspolo

El hombre que se ahoga" , versión libre de "Las tres hermanas", de Antón Chejov. Autor y director: Daniel Veronese. Intérpretes: Claudio Tolcachir, Luciano Suardi, Osmar Núñez, Julieta Vallina, Pablo Messiez, Osvaldo Bonet, Marta Lubos, Stella Galazzi, Silvina Sabater, Elvira Onetto, Silvina Bosco, Adriana Ferrer. Diseño de luces: Gonzalo Córdova. Diseño escenográfico: Daniel Veronese. Asistente de dirección: Diego Curatella. En El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960. Funciones: viernes y sábados a las 23.45 y domingos, a las 16.

Una nueva y contemporánea mirada sobre el emblemático texto de Antón Chejov propone, en esta temporada, Daniel Veronese. La obra escrita en 1901 se mantiene en este espectáculo con algunos valores casi intactos (su estructura general, sus personajes, su tema), pero el dramaturgo y director realiza una relectura que, en un comienzo, desconcierta. Los personajes femeninos son interpretados por hombres y los masculinos, por mujeres. Ninguno de ellos modifica su conducta original en la recreación de los seres diseñados por Chejov. Por otro lado, la pieza se presenta sin los cortes que corresponden a cada uno de sus cuatro actos. La versión de Veronese da continuidad a la acción sin reparar en los tiempos que separan un acto del otro. Simplemente, los personajes siguen existiendo, viviendo y sufriendo en un hábitat del que desean escapar. Reparar en las horas, los días, los años, no tiene sentido.

En un comienzo, ver a Osmar Núñez (Olga), Luciano Suardi (Masha) y Claudio Tolcachir (Irina) diciendo los textos femeninos resulta desconcertante. Y la atención puede complejizarse más cuando aparecen Andrei, el hermano menor, interpretado por Julieta Vallina, y Natasha, recreada por Pablo Messiez. A poco de iniciado el trabajo, el espectador deberá optar por seguir los acontecimientos que van sucediéndose sin parar. En un momento, ya no importa la sexualidad de quien habla. Se imponen los discursos de esos seres, los mundos de los que provienen, sus relaciones a veces casi enfermizas y una profunda desazón que los recorre de comienzo a fin, sin una posibilidad de escape.

La casi totalidad de los hombres y las mujeres que conforman "Las tres hermanas" son individuos incalificables. Están tan atravesados por la falta de pasión, tan destruidos en sus ansias. Viven al margen de toda realidad, deseando ser felices pero imposibilitados de lograrlo. No hay nada en ellos que justifique sus existencias más que un etéreo deseo: ir a Moscú, pero no pueden moverse. La inacción domina todos los actos de estos seres y hasta cargan con una angustia que los destruye, pero ante la cual optan por replegarse. Extrañamente, ni siquiera el amor parece despertarlos de sus letargos. Inmersos en esas circunstancias hasta es imposible destacarlos por sus sexos. Los hombres -militares, intelectuales o científicos- son patéticamente pasivos. Ni siquiera son capaces de ejercer sus profesiones y muchos menos de reconocer en sus familias un ámbito de desarrollo. Por su parte, las mujeres simplemente esperan. Además, ¿cómo y para qué creer en esos hombres?

Todos hablan, se relacionan, sus sentimientos sí son reales y por eso a veces, enojados con ellos mismos, se irritan. Pero nada más. No hay modificación para esos mundos privados.

Ladrón de palabras

Daniel Veronese le roba las palabras a Chejov y las traslada al mundo actual. La conmoción que ellas provocan muestra otra devastación: la que enmarca nuestra realidad. Vershinin en algún momento del primer acto expone un deseo: los hombres, dentro de 200 o 300 años, tendrán una vida mejor. Si se repara en que la pieza fue escrita en 1901, el dolor es mucho. Y si, además, llegan a la cabeza de los espectadores las imágenes del último acto violento, provocadas por terroristas chechenos en Moscú, el impacto resultará más contundente. Desde entonces hasta ahora la degradación ha sido mucha y ya ni siquiera las esperanzas de un mundo mejor pueden fortalecer nuestras aspiraciones. La familia de estas tres hermanas, a comienzos de siglo pasado, no pudo generar en sus miembros menores, en su herencia, una decisión de vida. De ahí en más todo nos ha conducido a la deriva y pareciéramos mantener las mismas discusiones, los mismos ideales, las mismas aspiraciones que, lamentablemente, nos conducen a una inmovilidad impresionante.

Pero al director no le interesa que la angustia de esos personajes llegue a la platea. Entonces, muestra la ficción con total claridad. No hay vestuarios; no hay una iluminación que genere climas. Sólo una actuación de estados. Los actores, con la ropa que llegan de la calle, se introducen en el espacio escénico y juegan a ser los personajes de Chejov. Y a su manera lo son, pero no son sus conductas -siguiendo un crecimiento formal- las que emocionan. Son esas palabras cargadas de desventura y dichas, con una intensidad en la que prima el efecto. Es más, los intérpretes nunca salen del espacio, después de accionar y decir sus parlamentos, se sientan en butacas y se convierten en espectadores de sus compañeros y escuchan también.

Sobre una pared, un mapamundi permanece colgado y si se repara en él asomará, tal vez, una sensación: todas esas voces salen de allí -de todos esos pueblos y todas esas ciudades- y, ante tanta inmensidad, el reclamo por una vida mejor es infinito.

El grupo de actores demuestra una fuerte adhesión a esta propuesta de investigación. Cada uno sintetiza una personalidad, una necesidad y la expresa como puede, con la carga que conlleva y con una profunda convicción. Cada uno de estos intérpretes sabe jugar al teatro desde lo más íntimo y no tienen pudor en exponer sus sensibilidades en el exacto momento. El espectáculo no da respiro a la atención del público. Sólo hay que dejarse estar y permitir que la poesía de Antón Chejov toque las fibras más profundas de nuestra intimidad. Lo demás ayudará a definirlo la experiencia personal de cada uno.

Carlos Pacheco

Fuente: La Nación

viernes, 3 de septiembre de 2004

Todo el teatro de La Plata por $3

Aun en tiempos difíciles, el teatro continúa siendo una opción al alcance de todos cada fin de semana

Más de sesenta obras de teatro independiente (destinadas tanto a adultos como al público infantil) se presentan este fin de semana en nuestra ciudad. La propuesta es muy variada y va desde el drama y las comedias a los espectáculos de humor y café concert que en los últimos tiempos se han multiplicado en distintos bares platenses. Estos espectáculos, que reflejan el quehacer cultural de la ciudad y el gran interés que despierta en la gente hacer teatro (también se ha multiplicado la oferta de quienes enseñan dada la gran demanda de los que quieren aprender) se ofrecen cada fin de semana a precios muy económicos.

Hay obras cuya entrada es libre y gratuita y sólo se le pide al espectador una colaboración al final del espectáculo (hay muchos donde se pasa la tradicional "gorra"), aunque la gran mayoría fija un precio general que va desde los tres a los cinco pesos, aunque en este último caso, casi todas las compañías tienen descuentos especiales para estudiantes y jubilados quienes terminan pagando el precio de la entrada tres pesos.

Esta modalidad se cumple tanto a las salas oficiales como en las privadas. Así, por ejemplo, en el Galpón de la Comedia (49 entre 3 y 4) se viene realizando un ciclo denominado "Nuevas tendencias 2004" en el que la Provincia le da espacio a grupos de danza y teatro de nuestra ciudad y otros municipios para presentar sus creaciones.

Los viernes y domingos se ofrece un espectáculo de danza primero y luego otro de teatro y la entrada para presenciar ambos es de sólo tres pesos. La propuesta se renueva cada mes y desde septiembre se puede ver los viernes a las 20, al grupo de danza Tarasta con la obra "8 pies" y el grupo "Harto tránsito" con una creación conjunta, en tanto que a las 21.30, el grupo de teatro Stacatto ofrece "Matando horas", un drama de Cynthia Pierce que constituye una reposición en nuestra ciudad. El ciclo continúa el domingo a las 18, con el grupo Espiarladanza con la obra "Tres tristes mujeres solas" con coreografía y dirección de Mariana Pereira y luego el Ballet Municipal de Lanús con la obra "Levantate y anda" con coreografía y dirección de Soledad Curiale; y luego, a las 19.30, la obra que se presenta es "Ensayo sobre una imagen", una interesante propuesta del grupo a cargo del director Blas Arrese Igor.

Al igual que la Provincia, en las salas A y B del Pasaje Dardo Rocha las producciones independientes presentan sus propuestas con entradas a tres pesos. Durante este mes, las obras que se ofrecen son: "Sabor a Freud", una comedia dramática dirigida por Cristian Boragina (sábados a las 21); "La expresión de los otros es verdadera" del grupo Escarabajo con dirección de Jazmín García Sathicq (sábados a las 21); "Tranche de vie" dirigida por Karina Carballo (domingos a las 20.30) y "Extraño juguete", una comedia con Sandra Laffaye y Gustavo Enrietti y dirigida por Margarita Becerra (domingos a las 20).

A estas propuestas de teatro para adulto se suman los infantiles. En la sala Armanodo Discépolo, 12 entre 62 y 63, este domingo a las 16, se ofrece "Dale que te canto" con dirección de Santiago Doria y la entrada tiene un valor de dos pesos. Y en las salas del Pasaje: "Mundo ilusión" de Viviana Poltrone Chávez (sábados a las 16.30); "Te conozco Margarita", títeres de Graciela Cabezas (sábados alas 17.30); "El príncipe blues" de Mariela Anastasio y Víctor Fernández (domingos a las 16.30); y "De duendes y títeres perdidos", títeres de Miguel Grecco (domingos a las 17.30). En todos los casos la entrada es de tres pesos.

En en Teatro Argentino, mañana a las 16, se producirá el reestreno de "La zapatera prodigiosa" versión libre de la obra de Federico García Lorca de María de las Mercedes Hernando con música de Angel Mahler. El espectáculo cuenta con la dirección de Carolina Papaleo y es presentado por el grupo "La barraca". Las entradas generales cuestan tres pesos y habrá más funciones los sábados 11, 18 y 25, y los domingos 12, 19 y 26 de septiembre.

LOS INDEPENDIENTES

Como se dijo, en las salas independientes de nuestra ciudad el abanico de precios de las entradas es variado. Muchos optan por no cobrar entrada y al final del espectáculo "pasan la gorra", o bien el que quiere puede colaborar con lo que considera que vale la obra que acaba de presenciar.

Los espectáculos gratuitos son: "Más allá de los sentidos" (viernes a las 21.30) de Ulises Palomeque y "Los cinco sentidos capitales" (sábados a las 21.30), con dirección de Juan Carlos De Barry, ambos en La Lechuza, calle 58 esquina 10. Y "Espectador o jurado", una obra con idea y dirección de César Palumbo, que cada sábado a las 22 se viene presentando en la sala Tito Cossa, calle 10 Nº 784 entre 47 y 48.

El resto de los espectáculos que se ofrecen en las distintas salas independientes de nuestra ciudad cuestan cinco pesos, la general, y prácticamente todos hacen un descuento de dos pesos a los estudiantes y jubilados.

Por ese precio las obras que actualmente están en cartel son: "Entre la resaca" (hoy a las 22 en El Núcleo, 6 entre 40 y 41) del grupo Barataria; "Repeat, repeat" (sábados a las 21.30, en La Rosa de Cobre, 51 entre 16 y 17) a cargo de Las Crines del Chancho; "El conventillo de la Paloma" (sábados 20.30, en el Taller de Teatro de la UNLP), sainete de Alberto Vacarezza dirigido por Norberto Barruti; "Todos tus miedos" (sábado a las 21, en el Viejo Almacén El Obrero, 13 y 71), con dirección Cynthia Pierce; "Antígone" (sábado a las 23, en el Viejo Almacén El Obrero) dirigida por Claudio Cogo; "Con cierto placer" (sábado a las 21, en El Núcleo) con dirección de Omar Musa; "Burkina Faso" (sábados a las 23, en El Núcleo), comedia de humor negro con dirección de Nina Rapp; "Alias Fedra", de Edgar de Santo (sábados a las 21 y domingos a las 20 en Arca, 137 entre 58 y 59); "Popola" (domingos a las 19 en El Núcleo), danza-teatro dirigido por Fernanda Alessandro; "Lazos" (domingo a las 20.30 en El Núcleo), del grupo Transinfín con dirección de Poli Carzolio; "Ultimas cosas" (domingo 20.30 en La Fabriquera, 2 entre 41 y 42), con dirección de José Canevaro éste espectáculo cuesta $4 y $2; y "El hombrecito" (domingo a las 20, en el Taller de Teatro de la UNLP) dirigido por Roberto Conte.

MAS INFANTILES

Las opciones para chicos que este fin de semana presentan los elencos independientes van desde los dos pesos, en el caso de "A puro cuento", espectáculo a cargo de Malena Cadelli que se ofrece mañana a las 17 en Casa Teatro, 1 esquina 67, hasta los tres pesos. Estos son los títeres que se ofrecen en la sala El Teatrino, 11 entre 61 y 62: "Casimiro's diliviry", mañana a las 17, y "Serenatuna a la luz de la luna", el domingo a las 17; y "Crispín, el lorito parlanchín" de Néstor Sauto, el domingo a las 16, en El Núcleo.

HUMOR Y CAFÉ CONCERT

Una tendencia que viene en aumento son los espectáculos humorísticos de café concert que se presentan generalmente entre las 23 y 24, en distintos bares de la ciudad. El bar ubicado en calle 6 entre 44 y 45, está dedicado exclusivamente a éstos espectáculos de humor y el ingreso cuesta $2. Allí se presenta este fin de semana "Hermanitas antaño" (hoy a las 23.30, y mañana también habrá función en 44 entre 10 y 11 a la misma hora) y "Reventadictas" (sábados a las 24), además los jueves se presenta "Los Rimemver in concert" y los miércoles están comenzando a brindar shows.

Otros espectáculos de café concert son: "Canillitas", hoy a las 22.30, en 55 entre 13 y 14, basado en monólogos de Urdapilleta e interpretado por Valeria Novello y Verónica Spasoff; "Café instantáneo", el domingo a las 22 en 11 y 47, que propone improvisación y juegos con entrada gratuita.

Además de los que se realizan en bares, también hay espectáculos de humor en salas. Es el caso de "Música compuesta en escena", que se presenta hoy a las 23, en la Sala 420, 59 entre 12 y 13, con dirección de Gustavo Vallejos y a cargo del grupo Ridículum Vitae; "Improvisación genuina", el domingo a las 20, en el Viejo Almacén El Obrero, una producción de María Laura Regiosa; "Sólo los elegidos", mañana a las 22, en El Núcleo con dirección de Emilia Alvides; y "Desojando ilusiones, concierto para dos payasos", el domingo a las 20, en la sala 420, con dirección de Gustavo Vallejos.

Fuente: Diario El Día